BID: forma y fondo de una decisión
Juan Ignacio Brito Profesor Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la U. de los Andes
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Juan ignacio Brito
El destino quiso que la primera decisión relevante del canciller Andrés Allamand fuera alinearse con México y Argentina para proponer la postergación de la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, que debería tener lugar en septiembre. Chile es contrario a la pretensión de Washington de promover para el cargo a Mauricio Claver-Carone, lo cual rompería la tradición de que un latinoamericano encabece el BID.
Según Allamand, retrasar la elección permitiría debatir mejor el rol que el banco debe jugar en la recuperación post coronavirus. Luego de que Claver-Carone criticara la idea de dejar las cosas para marzo, el canciller retrucó que el candidato norteamericano es "inadecuado" para el puesto y que el BID debe estar alejado de controversias polarizadoras, manteniendo su carácter técnico.
La decisión del ministro de RREE cosechó aplausos en la izquierda local y varios de sus predecesores. También cuenta con el respaldo de diplomáticos y ex presidentes de la región.
Así que pareciera que, en su debut, Allamand se anotó un triunfo táctico. En todo caso, tendrá que explicar qué hace el gobierno de Chile Vamos en sintonía diplomática con las administraciones izquierdistas de Argentina y México, y en contraposición con las de derecha en Brasil, Colombia y Uruguay, que respaldan a Claver-Carone.
Lo importante, sin embargo, no es la pelea corta, sino cómo queda servido el interés nacional.
Es este un aspecto en el que nuestra política exterior tropieza a menudo, quizás debido a que en ocasiones exhibe dificultad para distinguir entre el fondo y las formas. Esta limitación conduce a que no siempre quede bien definido qué es lo que promueve el mejor interés del Estado y a que las decisiones se condicionen a cuestiones formales, de procedimiento o incluso puramente técnicas que a veces pueden distraer de lo fundamental en juego.
Hay razones atendibles para no desear la elección de Claver-Carone: su presidencia rompería una tradición que respeta equilibrios entre EEUU y América Latina, y la administración Trump parece ir de salida. Sin embargo, también es cierto que el candidato norteamericano ha hecho varias propuestas que ameritan estudio. Entre ellas, permanecer sólo cinco años en el cargo, lo cual evitaría la formación de las camarillas de poder (ideológico y de otros tipos) que han sido un sello en la gestión del BID, entidad que en 60 años de existencia sólo ha tenido cuatro presidentes. Además, postergar la elección pasaría por alto un acuerdo unánime de la asamblea de gobernadores del BID, lo cual debilita la institucionalidad del banco y politiza sus decisiones. Asimismo, la decisión norteamericana no debe ser entendida como un capricho, sino como una opción estratégica por fortalecer su presencia en América Latina ante la arremetida de China en la región. Por último, falta establecer si el apoyo a la posposición del voto significa respaldar la candidatura del argentino Gustavo Béliz, cuya zigzagueante trayectoria política da escasas garantías.
En definitiva, resta aclarar por qué el interés nacional de Chile queda mejor servido si se postergan las elecciones en el BID. La política exterior es demasiado importante como para quedar condicionada a una tradición más o menos valiosa, un incierto cálculo electoral, las simpatías personales, las sensibilidades ideológicas o el aplauso del establishment. Ojalá esta vez nuestra diplomacia vaya más allá de la forma y sea capaz de explicar el fondo para justificar su decisión.